Presentamos: Cuando el cielo está nublado el sol no quema, una exposición individual de Adela Angulo Portugal (@adelaanguloestudio) que tuvo lugar los días 13, 14 y 15 de diciembre de 2024.

Curación: @_arturofp

Texto de sala: @emejota.villanueva

Vídeo: @albaneciendo

Fotografía: @r.silvac

Ayuda de montaje: @artadelharte

La pintura, aquí, nace del cuerpo y su disposición: se abate sobre la horizontalidad del suelo, se tiende y reposa, queda suspendida en las diferentes alturas del hacer.

María Moliner define el horizonte como: línea que parece separar el cielo de la tierra o del mar y también como límite de lo que alcanza la vista. Pero,

¿y si ese límite no fuera continuo ni uniforme? ¿Y si el horizonte fuera, en realidad, una sucesión de quiebres— menudos, irregulares—que se alinean lo suficiente para sugerir una totalidad, pero que no dejan de ser fragmentos?

Adela trabaja desde esta percepción: horizonte como fisura sostenida, espacio de interrupciones.

Cada obra es un cuerpo que participa de este ensamblaje, una fractura que permite intuir un “algo” completo. Al igual que en la pintura, la continuidad solo aparece en la mirada que abarca el conjunto de lo fragmentado.

El horizonte no es un límite fijo, sino una apertura huidiza, escribe G.Didi-Huberman. En Cuando el cielo está nublado, el sol no quema, esa línea imprecisa se convierte en un lugar intermedio que contiene tanto el peso como la liviandad del acto de pintar, en huecos que resaltan el reposo, la disposición de un cuerpo tendido.

 

De esta manera, la pintura de Adela no se impone; ni en la superficie ni en la forma final que cada obra toma. Se deshace, queda suspendida, y, sólo así, se recompone. El devenir de cada pieza nos permite contemplar un reposo prolongado, dispuesto brusca y sutilmente en la horizontalidad compartida. Esta horizontalidad no sólo alude al momento primero de diálogo con la pintura, sino también a la posición que todo cuerpo toma para relegarse a ese otro cuerpo otro lugar otro nombre desde el descanso; momento de transformación y permanencia.

Nos adentramos en cada momento intermedio, no solo para observar desde la posibilidad de un mismo cuerpo desplegado, sino para habitarlo.